EL TABLERO CONTINENTAL Y LA OPERACION BOLIVIA:
la campaña de Andrónico y el regreso de una maquinaria transnacional
Por Hernán Terrazas De Alencar
La carrera presidencial boliviana de 2025 se está desarrollando en un contexto mucho más amplio que la mera competencia entre candidatos. Lo que está en juego no es solo el futuro político de Bolivia, sino su lugar dentro de una arquitectura de poder continental impulsada por bloques ideológicos con intereses transnacionales. En este ajedrez geopolítico, Bolivia se ha convertido en una pieza demasiado valiosa para que los actores de poder que hoy controlan ciertos gobiernos del hemisferio —alineados bajo las estructuras del Grupo de Puebla y el Foro de São Paulo— permitan perder el control de un país que ya consideran “propio”.
Bajo la tutela política e ideológica de referentes como José Luis Rodríguez Zapatero, en España, Claudia Sheinbaum en México, Lula da Silva en Brasil y Gustavo Petro en Colombia, se ha consolidado una red de influencia que trasciende las fronteras nacionales. Esta estructura opera con métodos coordinados de comunicación política, control institucional y movilización electoral. Su eje de acción en Bolivia tiene nombre y apellido: Antoni Gutiérrez-Rubí, el estratega español que ha sido pieza clave en las campañas de Sheinbaum y Petro, y que hoy dirige silenciosamente la campaña de Andrónico Rodríguez, figura emergente del ala más dura del evismo.
La participación de Gutiérrez-Rubí no es una anécdota. Su presencia en Bolivia debe ser leída como una señal clara de que el Grupo de Puebla no permitirá perder influencia en un país que representa una bisagra geopolítica entre la Amazonía, los Andes y el Cono Sur.
La maquinaria electoral heredada del 2020
Tras el fraude documentado en las elecciones de 2019, se anunció una "renovación" del Tribunal Supremo Electoral (TSE). Sin embargo, como revelan diversas fuentes, lo que cambió fueron los nombres de la cúpula, no la estructura funcional ni operativa. Muchos de los técnicos y operadores clave que facilitaron el fraude de 2019 nunca salieron del sistema. Esa misma red —discreta pero activa— fue la que acompañó la victoria de Luis Arce con un 55% de votos en 2020, en una elección aún cuestionada por sus irregularidades estadísticas y su opacidad en la transmisión rápida de resultados.
Hoy, cinco años después, esa estructura no ha sido desmantelada. Por el contrario, ha ganado eficiencia. Y lo más grave: ha sido reforzada mediante la creación de asientos electorales duplicados, un mecanismo que distorsiona el peso del voto rural y permite la multiplicación artificial del padrón. Este hecho fue denunciado recientemente, sin embargo, figuras clave de la oposición como Jorge Tuto Quiroga y Samuel Doria Medina GUARDAN SILENCIO, generando sospechas de una posible neutralización o entendimiento tácito.
Las intenciones de voto internas manejadas por el Ministerio de Gobierno sitúan a Andrónico Rodríguez en torno al 14% real. Sin embargo, la maquinaria electoral que ya está en marcha apunta a fabricar un resultado del 44%. ¿Cómo lograrlo sin generar alarma pública? A través de un viejo recurso: el "voto oculto". Según esta narrativa, los votantes "indecisos" —que representan actualmente cerca del 30%— se decantarán mágicamente por Andrónico en la jornada electoral, una coartada estadística que permitirá validar un resultado prefabricado.
Esta táctica ya ha sido empleada en otros países. El supuesto "repunte silencioso" de un candidato se presenta como una sorpresa legítima, cuando en realidad es el producto de un diseño algorítmico y una operación de control territorial, particularmente en zonas rurales con débil fiscalización.
Conclusión: Bolivia en el cruce de rutas
Lo que sucede en Bolivia en 2025 no es una elección más. Es el intento deliberado de un bloque transnacional por blindar su hegemonía regional en un país clave, utilizando todos los medios disponibles: asesoramiento extranjero, manipulación institucional y control narrativo. El objetivo no es solo llevar a Andrónico Rodríguez a la presidencia, sino garantizar continuidad ideológica y operativa del evismo en su versión más disciplinada y radical.
La oposición tiene un doble desafío: frenar una maquinaria electoral que ya demostró su capacidad de fabricar resultados, y desenmascarar un proceso que se pretende legal, pero que en el fondo responde a una lógica de ocupación política transnacional. No se trata de ganar una elección, sino de recuperar un país.
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